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Cuadernos Reales 7

 

¿Por Qué Dios les Hizo Esto?

De pronto alguien te dice “¡Cristo viene!”, y allí es donde uno se pregunta quién podrá soportar el tiempo de su venida, o estar en pie cuando Él se manifieste. ¿Simbólico? ¿Literal? Tú elige lo que quieras, Yo soy quien soy y tengo la dosis de fe que tengo, pero si súbitamente quedo frente a frente con Él, me temo que no será plantado sobre mis pies, sino postrado, de bruces, desparramado, planchado, como mejor te guste definirlo. Ten presente que, a excepción de aquel rey llamado Herodes, que mandó a asesinar a todos los niños, creyendo que de ese modo iba a exterminar a Jesús, en las demás personas, esa llegada los tuvo sin cuidado, sin preocupación alguna. Ellos soportaron perfectamente el tiempo de aquella venida.

Claro está que, cuando se produzca la segunda venida, la que será para juicio y sentencia, entonces sí habrá muchos que no lo soportarán. Y que, como dice la Escritura, tendrán que doblarse conjuntamente con toda rodilla ante Su Presencia, porque no podrán sostenerse en pie. Y como todos somos débiles, dependientes de Su poder y no terminando de creer en el recibido, no sería ilógico que con el simple resplandor de Su gloria nos quiebre y nos deje sin defensa ni reacción. A eso yo le llamo, -aunque no lo creas- ser buenos humanos creyentes, aunque lejos de la perfección de vivir en Él y ser uno con Él.

Dice que se sentará (Como símbolo del trabajo terminado) a afinar y limpiar la plata, que vendría a ser también un símbolo de los utensilios de reinado, a los hijos de Leví, que representan a los modernos sacerdotes. Y que será grata la ofrenda de Judá, que es Su pueblo, y de Jerusalén, que es la iglesia como cuerpo. Y añade que eso será como en los días pasados. ¿Cuáles? Los del Antiguo Testamento, sin dudas. Porque luego dice que vendrá a nosotros para juicio, que como sabemos o debemos saber, no es fusilamiento o cámara de gas, sino simplemente separación de lo verdadero de lo falso, eso significa Juicio. Además, esto aclara totalmente el concepto explicado. Jesús, en Belén, no vino al mundo para juicio, vino para redención. Cristo, en la Parousía, vendrá para juicio.

Y que será pronto testigo contra los hechiceros. ¿Hechiceros? ¿Brujos en la iglesia? No necesariamente. Hechicería es la habilidad de imponer una voluntad humana por sobre otra, con el método que sea. Puede ser a través del ocultismo, pero tratándose de la iglesia, me quedo con la otra esencia, la que tiene que ver con los manipuladores de voluntades ajenas. Eso también es hechicería. Y tú y yo sabemos que, mal que nos pese y no nos agrade para nada reconocerlo y mucho menos hacerlo público, hoy por hoy todavía tenemos abundancia de esta clase de personajes. Son los que dan pie a aquello de que estaban con nosotros, pero no eran de nosotros, ¿Entiendes? Pregunto: Si estaban con nosotros, pero no eran de nosotros, ¿De quién eran, entonces? ¿A quién respondían? Fácil respuesta, es la que ya has visto.

Luego hace alusión a los adúlteros. Obviamente, de los literales, que son los que engañan a sus esposos o esposas con amantes, pero también de los espirituales, que son aquellos que engañan al cuerpo de Cristo con ídolos falsos. Cuando en la iglesia se habla de adulterio, todavía parecería ser que sus miembros sólo desconfían de ellos mismos entre sí, pero no de sus acciones como cuerpo. Eso, eso también se llama egocentrismo. Que son los mismos que luego juran mentira, con alta capacidad de hipocresía en sus acciones. Son los mismos que, convertidos en empresarios o patrones, llegan a defraudar en su salario al jornalero. ¿Cómo lo hacen? Abonando sus salarios en negro, con la religiosa excusa o argumento de que más que un sueldo es “una ofrenda de amor”. Avaricia y ambición con disfraz religioso.

Luego habla del ataque a la viuda y al huérfano, que es como decir a la verdadera iglesia utilizando una impostora. Y prosigue con algo muy llamativo para el tiempo en que fue escrito, pero muy en sintonía con muchos países latinoamericanos hoy mismo: los que hacen injusticia al extranjero. Esto tiene que ver con alianzas con gobiernos humanos que defraudan a pueblos seculares de cualquier punto del planeta, pero donde también habitan cristianos. Gente que no teme a Dios y Él lo sabe y lo dice con anticipación. Solamente podría tener temor de Dios, alguien que crea que existe. Por lo tanto, por si todavía no habías caído en cuenta, todo esto no está escrito para los incrédulos, sino para la iglesia. Hay mucha gente cristiana que, lamentablemente, todavía piensa que la Biblia fue escrita para el mundo. No. ¡Fue escrita para la iglesia! O, si lo prefieres, dicho de otro modo, para el pueblo de Dios viviendo en la tierra.

El nuestro es un Dios que no cambia, y es por esa razón que todavía no nos ha consumido. Él sabe y lo hace escribir que, desde los días de nuestros antepasados decidimos apartarnos de sus leyes y no guardarlas, esperando a cambio y casi de modo mágico, que, de todas maneras, porque es un Dios bueno, nos ayude en nuestros problemas y se haga cargo de nuestras tonterías o sencillamente pecados. Y, una vez más, como sucede a lo largo de todas las historias de todos los tiempos y en toda la Biblia, nos pide que nos volvamos a Él. Y atención con esto, porque está hablando de hoy y ahora, no de un día de estos. Y es verdad, les habla a los hijos de aquellos transgresores de la ley. Pero también a los que se mueven en el ámbito de la gracia. ¿Promesa? Volverse Él a nosotros, nada menos.

Y queda flotando la pregunta final de aquellos pioneros que, sin dudarlo, podría ser la misma pregunta que muchos hoy le estarían formulando: ¿En qué no nos hemos vuelto? Y allí pasamos, dentro de este mismo contexto, al texto con el cual iniciamos esta reflexión. Donde Dios dice que se le ha robado y, donde más adelante, específicamente recomienda a las ovejas, llevar todos los diezmos al alfolí, y a sus apacentadores, que se esmeren de poseer alimento genuino para ellas. Tómalo como quieras. Yo he compartido contigo lo que mi Señor me ha dado. No me beneficiará ni me perjudicará que hagas una cosa o la otra. Sólo un detalle que sí quiero que tengas presente. Si piensas llevar algo a un alfolí, procura que lo sea. No lleves absolutamente nada a lugares espiritualmente muertos.

¿Qué significa esto? (Señor… ¡Señor! ¿Señor?) Cualquiera que haya participado de por lo menos diez cultos, reuniones o servicios de lo que mayoritariamente conocemos como la iglesia cristiana evangélica clásica y tradicional, sabrá perfectamente de lo que estoy hablando. De las veces, maneras y momentos en que utilizamos la palabra Señor. Están los que entienden que Jesús es el Señor. Están los que interpretan que Señor es Cristo, no Jesús el hombre. Están los aseguran que Señor es solamente Dios Padre. Están los convencidos que Señor es toda la Deidad completa, la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu. Y están los que no tienen ni la menor idea de quién es el Señor, pero lo repiten a cada rato porque así lo oyen a su alrededor.

Están los que cuando les toca orar, cada tres palabras de su oración, meten un Señor, un Aleluya, un Gloria a Dios y un Amén, logrando que Dios realice un primer milagro invisible: entenderlos y poder responderles una oración que es más una mezcla dramática de términos y muletillas religiosas que una petición o acción de gracias. Por eso hoy y ahora, tengo mandato especial, para, con este aporte, dejar a tu alcance algunas ideas fundamentadas en la Palabra, para que de aquí en más no sólo sepas quien es tu Señor, sino que, además, entiendas lo que significa, lo que representa y el valor real que tiene para tu vida.

En hebreo, es Adon y en griego Kyrios. Estas dos palabras se traducen como Señor. Se usan como término de deferencia entre hombre y hombre, de siervos a dueños y, en una ocasión, de una esposa a su marido. El título de Señor es aplicado a Dios en el Antiguo Testamento, y a Jesús en el Nuevo. No sólo como término de deferencia, sino también como reconocimiento a su Señorío oficial. Él es enfáticamente el Señor, sobrepujando a todo otro para los cristianos, que se deleitan en considerarlo de una manera personal, como “Mi Señor”, mientras que, para el grupo global, es “Nuestro Señor”. Por esa razón es que Pablo, a los corintios, les hace saber que nadie que hable realmente por el Espíritu de Dios llamaría anatema a Jesús y, lo más contundente: nadie puede llamar a Jesús Señor, si no lo guía a hacerlo el Espíritu Santo.

Lo primero que vamos a ver aquí, es que Pablo introduce tres principios guía, que distinguen la forma de obrar del Espíritu Santo. 1) El principio del control consciente. A diferencia del paganismo, el poder del Espíritu Santo no conduce a la gente a cometer acciones compulsivas o incontroladas. Su ministerio de amor, fortalece la personalidad humana. El Espíritu fortalece, no se impone a la gente. 2) El principio de que Cristo sea glorificado. Todas las manifestaciones del Espíritu concuerdan con la verdad acerca de Jesús. 3) El principio de la fe en las verdades de la doctrina cristiana. La obra fundamental del Espíritu es colocar a la gente bajo el señorío de Jesús.

Por este motivo tan singular es que, mucha de la gente que conoces, y te asegura creer en el mismo Dios que tú crees, no puede llamar a Jesús como Señor, y sólo habla de Dios, Jesucristo y demás deidades, pero sin reconocer ese señorío y hacerlo suyo. Cuando se lo haces ver, suelen defenderse diciendo que eso no es importante y que sólo es una muletilla evangélica sin significado. En cuanto a que nadie que tenga el Espíritu de Dios podría llamar a Jesús anatema, te está diciendo que por más cristiano que alguien diga ser, si no reconoce en Jesús al Salvador, al Redentor y al dador de la Vida Eterna, está considerándolo como maldito, ya que quien moría en una cruz lo era. Y eso es lo que se traduce como anatema, maldito.

En el Libro de los Hechos, hay un pasaje ubicado en el segundo capítulo, que dedica varios versículos a la venida del Espíritu Santo. Luego se detalla un discurso que Pedro pronuncia ante los once, donde da a conocer algunos detalles de los últimos tiempos. Y allí dice algo que tiene que ver directamente con lo que hemos leído de Pablo en Corintios. Porque allí Pedro les dice que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo. Fíjate que Joel profetizó que esta edad presente terminaría en medio de portentos y juicio divino, pero que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo. Pedro, aquí, procedió a establecer que Jesús es el Señor que regresará para juzgar, y a quien el pueblo debía acudir ahora en arrepentimiento y fe.

Pero, por otro lado, nos deja claramente establecido, si lo comparamos con el texto de Corintios, que esto tiene que ver estrictamente con la iglesia, y no con alguna religión o el mundo secular en general.  Porque si nadie puede llamar a Jesús Señor, si no es por el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo sólo se introduce dentro de aquellos que han aceptado a Jesucristo como Salvador personal, es más que claro que se refiere a los hombres y mujeres que, diciendo ser creyentes, aún no han tomado decisiones esenciales. Ellos serán los que, en momentos de crisis, como será el de su Segunda Venida, no dudarán en invocar Su nombre como Señor y acceder a salvación.

Jesús se tomó todo su tiempo para explicar, enseñar y advertir sobre todas estas cosas. Hay un capítulo entero del evangelio de Mateo, que resume algunas de ellas. El no juzgar para no ser juzgado con igual vara, el seguir pidiendo, buscando y llamando para que se nos abran las puertas de bendición. La enseñanza del camino estrecho de la salvación por sobre el ancho y más fácil de recorrer que es el de la perdición, la del árbol bueno que no podrá nunca dar fruto malo y viceversa, dejando claramente establecido que nadie es hijo de Dios por lo que dice, sino por lo que vive. Y la causa de que un día nos pueda tener que negar.

Por eso a mí me llamó muchísimo la atención y, lo confieso, me pegó duro en un ojo, lo que se relata en Mateo 7, cuando Jesús declara que no todo el que le dice Señor, Señor, entrará al Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de Su Padre. Y por si esto no fuera suficiente, añade que muchos en aquel día, (¿Cuál día? En el de su retorno, sin dudas), muchos lo tratarán de Señor y le recordarán que profetizaron, echaron fuera demonios y produjeron milagros en Su nombre, a lo que Él tremendamente duro pero firme y justo, habrá de responderles que jamás los conoció a ninguno de ellos y que sólo son hacedores de maldad. Se supone que tú y yo estamos bien y no deberíamos temer nada de esto, pero… ¿Me crees si te digo que es tan, pero tan grave equivocarse, que toda guardia y vigilancia nunca estará de más?

En líneas generales, este texto nos muestra que Jesús alerta y advierte contra el autoengaño, una mera profesión verbal de fe, sin obediencia a la voluntad de Dios. Es posible que hasta una persona que se engaña a sí misma pueda ejercer un ministerio espectacular, usando la autoridad de las escrituras y el nombre de Jesús, sin caminar por la senda de un discipulado obediente. Aclaremos que esto que leemos aquí, no se refiere a nuestra salvación y vida eterna en Cristo Jesús, ¿Estás entendiendo? Porque es más que claro que para ser salvos, no debemos hacer nada más que aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador, creer que Dios le levantó de los muertos y decidir que sea Señor de nuestras vidas. De lo que aquí se habla, es del paso siguiente al de ser salvo: entrar al Reino y servirle a Dios desde él.

Más que claro resultará a quien lo escuche, que no estamos hablando, tampoco, de gente inconversa, incrédula, pagana, impía o pecadora a ultranza. Que yo sepa, ninguno de ellos le diría a Jesús Señor, Señor, porque al no ser creyentes, no tendrían al Espíritu Santo morando en su interior, y no estarían recibiendo la guía de referirse a Cristo como Señor. Eso quedó dicho. Sí tiene que ver, en alguna proporción, con los que antes te comentaba que no dejan de decir “señor, señor y señor”, cada dos palabras, en sus oraciones, como si con ello estuvieran asegurándose que serán escuchados. Y también los que declaman desde algunos púlpitos en contra de ciertas conductas, cuando las de ellos mismos se encuadran dentro de los que diciendo Señor, Señor, corren el riesgo de ser negados.

Ten siempre presente que, por encima de tu posición jerárquica dentro de la organización eclesiástica que te cobija, está tu conducta, tu vida diaria, tu comportamiento en el marco de la sociedad en la cual te encuentras. Tu comportamiento, es el que revela cuáles son tus relaciones con Jesús. Nunca subestimes la obediencia. Entiende que muchos que esperan la aprobación divina serán en su lugar censurados o, algo peor, desestimados. Es el SER por sobre el HACER. Recuerda que Juan dice que A TODOS los que le recibieron y creen en su nombre, les dio la autoridad de ser hechos hijos de Dios. Lo dijo Él, no es un invento de ninguna religión.

Reitero: dice que es para todos los que le recibieron. ¿Qué significa recibir? Está incorrecto, por ejemplo, decir que un boxeador recibió un golpe, ya que ese deportista no deseaba que lo impactaran. No se cubrió debidamente y fue golpeado. Eso no es recibir. Recibir es aceptar algo voluntariamente. Por lo tanto, cuando te digan que para ser salvo debes, primeramente, recibir a Jesucristo como Salvador personal de tus pecados, no digas que esa es una muletilla evangélica. Mejor preocúpate por escudriñar las Escrituras y ver si eso no es así. Déjame a mí que hable de las muletillas evangélicas. A mí también me fastidian, pero trato de no cometer errores al calificarlas.

Eso no es suficiente. Luego de recibir a Jesucristo, debes creer en Su nombre. Porque si crees en Su nombre, tendrás Su cobertura divina. La Palabra dice que Su nombre está por encima de todo nombre y que, ante ese nombre, toda rodilla se dobla aquí en la tierra, en el cielo y debajo de la tierra. Muy bien; dice que a los que hicieron todo eso, les otorgó automáticamente la potestad, (Que es autoridad, derecho legal, permiso), de ser hechos hijos de Dios. Por lo tanto, no es una expresión soberbia de parte nuestra decirle al mundo que somos hijos de Dios. Lo somos. Es más: Así es como debemos presentarnos, no como cristianos, porque así los llamaron los griegos a aquellos primeros, pero como burla. Algo así como “cristianitos” …

Respecto a esto, Pablo les enseña a los gálatas que todos son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Y Juan añade que el que cree en Él no es condenado, pero que sí lo es si no cree. Y por si se hubiera quedado corto con lo que dijo, en su primera carta agrega que escribió todo esto para que crean y sepan que tienen vida eterna en el nombre del Hijo de Dios. De todo esto me queda una definición. ¡Qué hermosa conjunción de verbos que es el Evangelio! Es como si desde la gramática misma, se le estuviera dando crédito y razón a que Jesús es, desde el principio de la Creación, precisamente El Verbo. Aquí, en este último verso, tenemos dos que son básicos: Saber y Creer.

Observa con cuidado; no son sinónimos implícitos. Son diferentes o, en todo caso, complementarios. Sin saber no puedes creer, pero sin creer, tampoco puedes saber. Yo sé que hay Dios, que nos dio su Unigénito y que gracias a Él tengo Vida Eterna. Por eso, lo mínimo que me queda para mi esfuerzo, es creer. De alguna manera, esto hace legítimo aquello de que el Reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. Como hablar, todos los que salimos a hablar, hablamos lindo, pero de allí a manifestar el poder…Esto es estrictamente la verdad plena del evangelio, pero sin entrar, como tantas veces lo habremos visto, en sobredimensionamientos que, en muchos casos, nos lleva a tomar la decisión de apelar al poder de donde quiera que venga. Ni lo sueñes.

Yo, particularmente, y pienso que tú también, estoy cansado de tanta palabrería inocua, ya sea desde los legendarios y tradicionales púlpitos eclesiásticos, pasando por emisoras de radio y televisoras cristianas, y concluyendo, obviamente en lo más poderoso en comunicación de este tiempo, las redes, incluida mi Web. Y me incluyo, porque desde esta posición y en la clase de ministerio que mi Señor puso en mis manos, esgrimir poder de Dios es bastante complicado. No le hace, no deja de ser cierto. Jesús hablaba mucho menos que lo que mostraba. Nosotros, que decimos ser nada menos que Su Cuerpo en esta tierra, hemos elegido hacer lo opuesto. ¿Será una estrategia? No, me temo que es otra cosa…

Te cuento una historia real. Un misionero que trabajó durante mucho tiempo en la selva norteña de mi país, cuenta que cuando partió de su iglesia conservadora y ortodoxa, llevaba un arsenal de libros, apuntes, bosquejos, audios, videos y trataditos que hablaban de la salvación. En su primer contacto con el mundo al cual había ido a evangelizar, (Una tribu aborigen casi en estado salvaje. El “casi” es porque algunos de ellos sabían leer), lo devolvió a la cruda realidad. Realidad que le azotó el rostro en un episodio sumamente crítico. Uno de los miembros de esa tribu, un buen hombre con deseos de cambiar su modo de vida, llegó una tarde a la casa donde se alojaba el misionero, preguntando por él, y trayendo en sus brazos a un pequeño niño, pálido y demacrado, que resultó ser su hijo.

Con la clásica parquedad de los aborígenes, lo miró y le dijo: “Mi hijo está muy enfermo y se está muriendo. Yo sé que, si se lo llevo al brujo, él puede salvarlo porque ya se lo he visto hacer con otros. Pero he preferido venir a ti para ver si tu Dios también tiene ese poder y me lo salva.” El misionero tragó saliva y casi perdió el aliento. En ese momento, todos sus libros, sus años de seminario, sus conocimientos bíblicos, de hermenéutica y homilética, fueron a parar a la basura. Si deseaba servir como misionero en la evangelización de esa zona, había que confiar y creer en el poder de Dios o tendrían que salir todos de allí después del fracaso. Y eso, si se lo permitían. Hay gente con la que no se puede jugar a la iglesia.

Dios es fiel y tiene misericordia de todos sus hijos por igual, sin distinción de credos, doctrinalmente equivocados o acertados, con sectores o denominaciones con los mismos problemas. El misionero oró por ese niño y el niño se sanó. Esa familia aborigen y unos cuantos más pudieron, por ese episodio, salir del oscurantismo satánico de una dependencia del hechicero de la tribu y pasar a ser hijos de Dios por la fe, con todas las letras de su significado. Linealmente, el verso dice que será el poder de Dios quien lo haga posible. El presente Reino de Dios en Cristo, a través de la vida de los creyentes está respaldado por el poder dinámico del Espíritu Santo, el cual es portador de la autoridad que, si es necesario, Pablo, en este caso, puede invocar.

Por lo tanto, es nuestra obligación como hijos de Dios, reconocer que el ministerio genuino del Reino, abarca conjuntamente con conocimiento y sabiduría, unción. Y que la unción se manifiesta en señales, prodigios y milagros que demuestran el poder de Dios. Lo ideal y adecuado, para tarea cotidiana de todo creyente humilde y dependiente de su Señor, es pedir fervientemente, y creyendo, que Dios restaure definitivamente la dimensión milagrosa que debe tener su iglesia. Repito: su iglesia. No siempre esto es válido para la estructura que vemos como tal. Por otra parte, Pablo no inventa nada nuevo escribiéndole esto a los Corintios. También lo puntualiza con los Tesalonicenses, cuando en la primera carta que envía a esa iglesia, el apóstol hace hincapié más detallado del concepto.

A ellos simplemente les dice que el evangelio no llega solamente en palabras, sino en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre. Parecen simples palabras, pero no lo son. Escucha: ¿Tú sabes lo que es certidumbre? Te lo digo en argentino básico: es yo sé que sé, que sé y que sé, aunque no puedo explicar cómo sé que lo sé. ¿Fui claro? No hay ninguna duda: la forma como el cristianismo llegó a los tesalonicenses constituye un ejemplo perfecto de predicación eficaz. Aunque se expuso de manera razonada y seria, sin aspavientos ni misticismos sobreactuados, el evangelio no llegó en palabras, solamente, sino también en poder.

Hay que aclarar que, en griego, la palabra usada para Poder, es Dunamis, de donde luego tomamos base para denominar Dinamita al conocido explosivo. Esto fue lo que Jesús había prometido cuando anunció el arribo del Espíritu Santo, Recibirán dunamis…les dijo. La vinculación entre poder y Espíritu sugiere que se produjeron manifestaciones milagrosas, pero ellas no traen consigo, por sí solas, plena certidumbre, esto es: profunda convicción personal, que el fruto de la misión de Pablo en Tesalónica. Importante para sumarlo hoy a las muchas divergencias existentes entre sectores conservadores y progresistas existentes desde siempre en nuestras iglesias. Ninguna clase de sobre-énfasis en una cosa o la otra. Nada de hoy-milagros-hoy, ni tampoco venga-escuche-crea. Es un delicado equilibrio entre el conocimiento y la unción. ¿Aprenderemos?

Ya Dios le dijo a Moisés, -según lo cuenta Éxodo-, que le recordara a su pueblo lo que les había hecho a los egipcios, y de qué modo los sacó de allí a tierra de salvación y los trajo hacia Él mismo. Y que ellos serían su especial tesoro, pero sólo si oían Su voz y guardaban Su pacto. La garantía que eso era posible estaba en un simple hecho: toda la tierra es de Dios. Y en razón y función de eso, de allí en más, quien obedeciera y siguiera esa ruta, formaría parte de un Reino de sacerdotes y gente santa. Más adelante añadiría a esto que también serían reyes y todos, todos, todos ministros competentes, no sólo algunos. Esto nos deja más que en evidencia que Dios formuló sus requerimientos y estipulaciones para aquellos a quienes había escogido como su pueblo. Este tipo de pacto era algo común en esta época entre un soberano y sus súbditos. El soberano bendecía y protegía a su pueblo, mientras este le tributaba lealtad y obediencia.

Muy bien: ¿De dónde habíamos comenzado? De lo que Pablo les escribe a los corintios, con relación a que nadie que hable por el Espíritu puede llamar anatema a Jesús. Distintas versiones de la Biblia presentan muy leves modificaciones a esto, pero no cambian el sentido. No sé si a ti te queda claro, pero a mí totalmente. Nadie que se auto titule como hijo de Dios puede decir algo que no sea positivo con relación a Jesús. Esto es: decir algo mal es mal-decir. Pertenezca al grupo que pertenezca. Y si no tiene al Espíritu de Dios morando en su interior, tampoco puede llamar Señor a Jesús o reconocer que lo es. Ahora tienes en claro muchas cosas relacionadas con grupos, credos y sectas diversas. Súmale a todo esto, que aún los cristianos que sí pueden llamarlo Señor, Señor, no tienen nada seguro si no hacen Su voluntad y cumplen con Su propósito. Nunca los conocí… ¿Recuerdas eso? ¡Tremendo!

Creo que ahora ya tienes en claro qué es un Señor y, esencialmente, quien es Tú Señor. Y si todavía te carcome el cerebro cierta parte de doctrinas conservadoras a ultranza, puedo asegurarte que no se trata de una muletilla costumbrista ni mucho menos, sino Palabra. Jesús los enredó fantásticamente a los fariseos cuando les preguntó quién pensaban ellos que era el padre de Cristo. ¡Los fariseos respondieron que era David! Y Él, rápido de reflejos los confrontó mostrándoles que David lo llamaba Señor al Cristo. ¿Cómo haría eso con su propio hijo? Si fuéramos a ilustrar onomatopéyicamente la reacción de los fariseos ante esta última pregunta, no se me ocurre otra que la tan actualmente conocida de: “cric…cric…cric…”

Fíjate la estrategia que usó Jesús. Pasó a la contraofensiva con una contra pregunta acerca de la persona de Cristo. El título mesiánico favorito entre los judíos, era “hijo de David”, el cual ellos interpretaban en términos ultranacionalistas y revolucionarios. Jesús citó el Salmo 110, reconocido por todos los judíos como uno de los grandes salmos mesiánicos, para postular no sólo su humanidad, sino también su deidad. La lógica de su interpretación de la Escritura confundió completamente a sus enemigos. Porque, queda más que claro, que un padre jamás llamaría a su hijo “Señor”. Es al revés: un hijo llama normalmente “Señor” a su padre. Por lo tanto, si David le decía “Mi Señor” al Mesías, ¿Cómo podía el Mesías ser hijo de David? Dicho de otra forma, Jesucristo es el hijo de David, pero es también el Hijo de Dios y, por lo tanto, Señor.

La enseñanza que Jesús les da a sus discípulos, mediante el simbólico lavado de sus pies, es un claro ejemplo. Les dice que si Él, siendo para ellos Maestro y Señor, porque así lo llamaban, es capaz de servirlos, ese es un ejemplo práctico que ellos deben tomar y poner por obra en sus futuros ministerios. El siervo no es mayor que su señor ni el que fuera enviado es más grande que quien lo envió. Y lo remata asegurándoles que, si hacen esas cosas, van a ser bienaventurados, que es como decir una suma de bendecidos, favorecidos y recompensados. De hecho, cuando Jesús tomó el recipiente con agua y la toalla para lavarles los pies a sus discípulos, él no estaba inaugurando un ritual que hoy siguen, produciendo vergüenzas propias y ajenas, diversos “aparatos” religiosos que pretenden dejar una imagen que en modo alguno se les percibe.

Jesús, no solamente asumió el humilde rol del siervo, sino que además dejó en clara evidencia una total seguridad psicológica, un rasgo esencial para un conductor de masas. El estilo de vida y las acciones de Jesús, establecen el modelo básico para una nueva clase de ministros-siervos. ¿Es que eso existe, verdaderamente, hoy? No lo sé cuándo el contacto es personal. Desde las redes puede conseguirse. Sólo debes deponer tu voluntad y permitirle al Señor que haga lo que la Suya disponga. ¿Fácil? ¡Ni lo sueñes! Nada que azote nuestro ego será fácil. Pero es posible. El auténtico ministro del Señor, siervo de corazón, cumple sus funciones con absoluta seguridad de sí mismo, esto es: sabiendo lo que Dios le ha confiado, y descansando en la confianza de que la mano de Dios ordena su destino personal.

El ministro genuino, es aquel que inclina su oído para oír lo que sea necesario para ayudar a otros, que considera a los demás por encima de sí mismo, que pone su propia vida por otros, que busca servir antes que ser servido. Mientras que una persona no esté dispuesta a lavar los pies a otros, no está calificada para ser un ministro del Reino. Y no estoy hablando de dramatizaciones teatrales disfrazadas de actos de humildad, obviamente. Olvida las vasijas, el agua de los pozos o la gente “pata sucia”. Acá estamos hablando de Humildad, así como lo escribí, con mayúscula y resaltado, que es muy diferente a la otra, a la formal que siempre aparece en la escena ministerial, pero detrás de las luces del púlpito y las cámaras que filmarán las escenas. Siervo, no actor. Ministro, no mini astro

Es incalculable el poder de la confesión de fe que se puede encontrar en toda la Escritura. El principio de la fe se establece desde el comienzo mismo de nuestra vida en Cristo. Exactamente igual a como la salvación (La obra justa de Dios a nuestro favor), se confirma por el creer del corazón y la pública confesión de nuestra fe, así también su continua manifestación en nuestras vidas. Esto no es un palabrerío evangélico sin contenido, esto es Palabra divina escrita en más de un lugar bíblico. La palabra confesar (Del griego Homologeo), tiene la connotación de “una responsable declaración pública por la cual se establece una relación legal mediante un contrato. Por nuestra parte, con nuestras palabras, “contratamos” la salvación que, por su parte, Dios ha proporcionado mediante la obra y el poder de Cristo, y esto es un principio en la vida.

Con este espíritu de fe salvadora, es importante, valioso y casi demandante que crezcamos en una fe activa, creyendo en el gran poder de Dios para suplir todas nuestras necesidades, proclamando con nuestros labios lo que nuestros corazones reciben y creen de las muchas Promesas de su Palabra.  Aceptemos los “contratos” de Dios para toda nuestra necesidad, dotándolos con la confesión de nuestra creencia, tal como cuando fuimos salvos. Aclaro: estoy hablando de necesidades, no de deseos o caprichos. Y estoy hablando de confesión al Señor, no a hombres supuestamente delegados para ello. Juan nos recomienda encarecidamente que no le creamos a cualquier espíritu, sino que antes debemos probarlos a ver si realmente son de Dios o no. Hay mucho falso vocero dando vueltas por el mundo.

Al auténtico profeta se lo conoce esencialmente por confesar públicamente que Jesús ha venido en carne y que es Hijo del Dios viviente. Quien no haga esa confesión, por bonito que la adorne, no es de Dios. Y todo lo que no es de Cristo, implícitamente queda en evidencia que es del anti Cristo. Anticristo no necesariamente es un hombre, aunque en ciertos casos lo incluya, sino un espíritu. Y no tiene que aparecer un día de estos, porque lo más probable es que ya esté en el mundo y todavía una gran mayoría no lo haya discernido. Los creyentes no pueden ser tan ingenuos como para aceptar indiscriminadamente los pronunciamientos de todos los profetas que pretendan ser de Dios; esto es; que hablen con autoridad e inspiración divinas. Ciertamente, detrás de cada profeta hay un espíritu, que no siempre tendrá que ser el Santo.

También puede estar en un profeta el “espíritu de error”, que suplanta al genuino Espíritu de Dios que, obviamente, no podría operar nada más que en el Espíritu de Verdad. Por eso, teniendo en cuenta que hay muchos herejes que afirman ser mensajeros de Dios, debemos probar a los espíritus que los poseen, para determinar su origen. Lo esencial de la prueba, es que un espíritu reconozca o rechace a Jesucristo como el Hijo encarnado de Dios. Una confesión de Jesús es más que la admisión de su identidad. Es una profesión de fe en Él y, además, es una sumisión clara a su soberanía. El Espíritu Santo testifica de Jesús y lo glorifica. Por lo tanto, una confesión que proclame la verdad de que Jesús es el Cristo encarnado es de Dios, y da testimonio de su completa humanidad como nuestro Salvador-Redentor, y de su completa divinidad como Señor y Rey Soberano.

Por otro lado, negar la verdad de Jesús revela que cualquier reclamo de inspiración divina es falso, y su verdadero origen es el espíritu del anticristo. Lo que realmente distingue a la gente del mundo a la gente de Dios, es su respectiva actitud hacia Jesucristo. Gracias a la luz que nos brinda y otorga el Espíritu Santo, quien es mayor que Satanás, que es de donde emana el espíritu del error, los verdaderos creyentes pueden vencer a los maestros del engaño sin otras armas que su propio conocimiento y revelación de la Palabra. Juan, en Patmos, recibió la visión del Día del Señor y al sonido de esa misteriosa trompeta, pudo oír al que decía que era el Alfa y la Omega, el primero y el último. Fue ese el exacto momento en que Juan recibió la directiva divina de escribir en un libro todo lo que se le estaba mostrando. Obedeció, por eso existe Apocalipsis. También esto es un principio; lo respeto o lo omito, yo decido.

El día del Señor, entonces, será el que lo tenga nuevamente con nosotros. Será el día del juicio. Las siete iglesias representan, (Como lo evidencia el número siete) el número del todo, de lo completo, esto es, todas las que sean necesarias. Y las particularidades de cada una que a continuación podemos leer, son los distintos juicios producto de la observación que Dios está haciendo con cada uno de nosotros. Todos tenemos algo de cada una de estas siete iglesias, y en lo que se le dice a cada una, podemos extraer principios que nos sirvan para conducirnos conforma al propósito y la voluntad de Dios. Una revelación del Espíritu Santo no es siempre igual. A veces, transita lo sobrenatural y no encuentra explicación humana. Pero en otras ocasiones entra a través del entendimiento y es una luz que ilumina todo lo que antes estaba en tinieblas.

Hay una realidad que está escrita, anunciada, profetizada y advertida, aunque no siempre es enseñada en nuestros ambientes. Esa realidad nos dice que antes que el anticristo sea revelado, habrá un misterio de impiedad funcionando. El que va a venir aparecerá después de una furiosa actividad de apostasía. ¡Qué poco se habla de esto! Como si no estuviera escrito y profetizado. Satanás y todos los poderes de las tinieblas estarán preparando el escenario, destruyendo la fe de muchos. Ahora piensa un momento: ¿Crees que falta mucho tiempo para ver eso? Debido al desenfreno en el pecado, el amor de mucha gente de Dios se enfriará. Si me permites, mi experiencia diaria en contacto con creyentes de todo el mundo, sus consultas y respuestas, a mí me está mostrando que eso ya está sucediendo. Por esa causa, habrá creyentes náufragos por todos lados. ¡La mayor preocupación de Dios no es adonde están cayendo los cristianos, sino desde donde están cayendo!

¡Hay una multitud de cristianos, incluyendo pastores, diáconos y ministros de toda clase, que están perdiendo la fe y la confianza en el poder del nombre de Jesús! Están cayéndose de esa fe como de niños, que cree que la solución a todos los problemas es sólo Él. Se están volviendo a métodos psicológicos, experiencias humanas, y a filosofías y doctrinas de hombres. Las redes sociales han colaborado muchísimo a que entren en esa tremenda confusión. En el área del discernimiento, el más escaso, es el de encontrar al reino de las tinieblas infiltrado en las redes. Todos los profetas previeron esta gran apostasía. A Isaías Dios le dio un mensaje que se refiere especialmente a nuestros días. Habla de los últimos tiempos cuando el pueblo “se volvería a Egipto”, para que les ayudara y rechazarían a Dios como su única fuente de provisión. Volverse a Egipto, hoy, es volverse a un mundo secular del cual casi todos hemos salido.

Dios se aseguró que no hubiera equivocación hacia quien iba dirigida esta profecía. Él le dijo a Isaías que fuera y escribiera esa visión en una tabla delante de ellos. Y que la registrara en un libro, para que quedara hasta el día postrero y para siempre. Algo así como que fuera recibida por todas las generaciones futuras, especialmente las de los últimos días. Ese es, de alguna manera, el mensaje para la iglesia de los últimos tiempos. ¡Cuan exacto y cierto! ¡Un mensaje que comienza con una revelación del dolor que Dios siente por causa de la apostasía! Es tremendo. Le habla de los hijos que se apartan para tomar consejo de cualquiera, pero no de Él, para buscar coberturas falsas y humanistas, que le añaden pecado al pecado y que se apartan para descender a Egipto.

La pregunta, es: ¿Por qué les llama Dios “hijos rebeldes”? ¡Porque han cometido lo último en pecado más grande, causándole a Dios la mayor pena! ¡Aquí se introdujo un pecado peor que el adulterio, la fornicación, el robo, la mentira u odiar al hermano! ¡Es el último pecado de rebelión y apostasía! Dios lo llama pecado compuesto, esto es: añadir pecado a pecado. Es una bofetada en el santo rostro de Dios. Es la consumación del pecado más declarado que pueda cometer un hijo de Dios. ¡Es avanzar hacia Egipto antes que consultar al Señor! Esto se les decía a los líderes de Israel en el reinado de Ezequías. Pero también es para la iglesia de estos últimos días.

El abuso de drogas, el alcoholismo, el adulterio, el juego, la homosexualidad, la fornicación, la pornografía. Todos estos malos actos, -y sólo cité algunos-, son pecados contra la carne, contra la sociedad y contra las leyes y mandamientos de Dios. Eso, independientemente de que naciones enteras hayan incorporado a sus leyes esos pecados como legalmente autorizados. No interesa lo que legaliza y autoriza el hombre, lo que importa a un hijo de Dios, es lo que avala o autoriza el Padre. Y Dios ya dijo lo que tenía para decir en el principio, hoy sigue siendo el mismo y no ha cambiado nada. Este pecado es contra el Señor mismo. ¡Es una indignidad personal en contra de un Dios santo!

Ten en mente, (Y este es nuestro Señor apenado que está hablando), ¿Así que ahora haces tus planes sin consultarme a mí? ¿Ahora estás con aquellos que confían en el brazo de la carne, y no con el Espíritu? Estás volviendo a la misma cosa de donde te libré. Volviste a buscar ayuda de lo que una vez te causó tanto dolor y esclavitud. Quiero que recuerdes que todo esto tiene que ver con la forma que tenemos para librarnos del enemigo. Tiene que ver con liberación. ¿Cómo liberamos al pueblo de Dios de enemigos enfurecidos? Los asirios están a la puerta, amenazando destrucción. Los asirios representan a un enemigo exitoso. Esto representa la impetuosa manera de maldad que parece tener tanto éxito, hoy.

Cómo crees que podrán, los llamados líderes de Dios, esto es: sus pastores, ancianos, arreglárselas para enfrentar a este formidable enemigo que está a la puerta. El enemigo ha barrido con todo lo que se ha encontrado delante de él y parece imparable. ¡Israel se asustó! Eso mismo está sucediendo hoy. Ante la pandemia de COVID primero, ante diversas circunstancias regionales o nacionales de cada uno después, los hijos de Dios tienen miedo. ¿Motivo? En vez de mirar al Señor con confianza, pusieron sus ojos en el enemigo. Se volvieron al brazo de la carne. Ellos enviaron embajadores a Egipto, a los líderes y generales de gobierno en Zoar y Hanes. Ellos tomaron el asunto en sus manos. Isaías nos hace una vívida descripción del vacío y la angustia delante de ellos.

Esto que le dice, quiere decir algo así como: “He llamado a Egipto, bocón, que se sienta tranquilo”. O si no, “Gente fanfarrona que es holgazana. La escena es terrible: aquí tenemos al pueblo de Dios, regresando al mismo desierto del que habían sido libertados. Aquí tenemos al pueblo de Dios volviendo por ayuda a un sistema del mundo, presumido y fanfarrón que no se podía mover. Estaban dispuestos a soportar una vez más el vacío, el dolor y la angustia, en un desierto, buscando que el mundo los ayudara. Miren a la iglesia de hoy, miren a sus ejércitos de expertos entrenados, mira a sus pastores y trabajadores. ¿Hacia dónde se supone que se dirigen cada uno de ellos? ¡De regreso al desierto, de regreso a Egipto, el bocón!

No entienden, pero se están desviando del hombre de Galilea, del oprobio de la cruz, del poder de la oración y la fe, y de la palabra de Dios. Un pueblo rebelde de hijos mentirosos. Eso fue lo que Dios le dijo a Isaías de ellos. ¡Moisés profetizó que esto mismo ocurriría en los últimos días! Él predijo acerca de la gran apostasía del pueblo de Dios. Cualquiera puede leerlo con mejor y mayor atención y extraer de ello lo que haya de ser revelado. No es necesario que venga ningún iluminado a interpretárselo. A no ser que ni siquiera conozcan al Espíritu Santo. En ese caso, mucho me temo que no estamos hablando con ellos. No podemos ni debemos ser selectivos en la vida, eso nos enseñan las leyes terrenales. Pero tenemos un gravísimo problema como creyentes: Dios sí lo es. ¿Y ahora qué haremos?

Moisés les anticipó a ellos que, después de su muerte, no sólo se iban a corromper, sino también a apartarse del camino. Y eso les haría venir mal en los postreros días. Dios quiere cumplir con todas sus promesas antiguas, pero es el pueblo el que no se lo permite con sus actos cada día más rebeldes y pecaminosos. Vamos a unirlo y llegar al punto que están haciendo los profetas. ¿Qué significa desdeñar al Señor y regresar a Egipto? ¿Qué interpretación tiene en estos últimos días? Dios está diciendo: Cuando primero te llamé, cuando te toqué y te libré de tus enemigos, ¡Solo me querías a mí! ¡Orabas por todo! Tenías fe y confianza de niño en mí, que yo te guiara e hiciera provisión milagrosa para todas tus necesidades. Yo era tu gozo, sólo yo era tu satisfacción. ¡No te habías consumido, tenías un corazón anhelante por mí!

Ahora tienes a todos tus expertos, a tus libros de “cómo hacer”. Tienes métodos modernos, no me necesitas para que te provea ahora. Tienes expertos que te dicen como recaudar dinero, como escribir artículos, como hacer apelaciones. Tienes seminarios, sesiones de entrenamiento, más expertos y más consejo, muchos de los cuales incorporan las enseñanzas de este mundo. Estás aprendiendo como hacer las cosas mejor, ¡Pero a mí me conoces menos!  Yo ya no soy el centro de todo, haces las cosas en mi nombre y estás muy ocupado, muy comprometido y trabajas mucho. Pero eso te deja cansado, consumido y vacío, porque estás en el camino a Egipto. Estás encauzado en la dirección equivocada.

Nuestras iglesias ya no tienen el poder de Dios para atraer a la gente. Ahora bajan a Egipto, toman prestada su música, sus danzas y su entretenimiento, ¡Esperando atraer a una multitud! No hay pasión por las almas, sólo hay mucha gente. ¡Que la iglesia crezca a cualquier precio! Yo quisiera que prestes atención a los boletines internos de las iglesias, que parecen más bien un calendario teatral. ¡La iglesia quiere montar los rápidos caballos de Egipto! Eso es un feo olor en la nariz de Dios. Aún los ministerios de ayuda a la iglesia están cayendo en apostasía. Los trabajadores están estacionados enfrente del ídolo de la televisión. Muchos están leyendo libros de psicología. Aunque algunos tienen pasión por las almas, ¡Aún esto se convierte en algo mundano y pura energía humana! Un rechazo seguirá al mensaje de santidad, juicio y arrepentimiento.

La iglesia apóstata no quiere saber nada de las visiones y las profecías de hombres justos. Ellos no quieren un mensaje que moleste o perturbe su mundo de éxito. Rechazan cualquier clase de corrección. Bajo la bandera del amor, todo se disculpa. ¡Van detrás del entretenimiento! Van por millares a conciertos, obras teatrales y reuniones sociales; ellos ridiculizan a los profetas. Se burlan de lo que llaman “predicadores del día del juicio”. Viven ilusiones.  Ellos no quieren a un predicador o a un evangelista que les hable la verdad cruda, o que saque la espada del Señor. Ellos dicen: ¡Predícanos cosas suaves! ¡Bendícenos! ¡Haznos sentir bien! Literalmente, rechazan el mensaje de santidad y separación. Nunca pensé que vería el día en que pastores de una importante denominación me escribirían mensajes, reprochándome y diciéndome que estoy trayendo confusión y tristeza al Cuerpo de Cristo. ¿Por qué? ¿Por predicar santidad, juicio y arrepentimiento?

Jeremías fue enviado a profetizar en contra de los judíos apóstatas, el mismo pueblo del Señor. Pero Dios siempre lo respaldó. Le advirtió que pelearían contra él, pero le aseguró que no lo vencerían porque Él estaba cerca para librarlo. Y luego es cuando le habla de un pueblo que, en lugar de aguardar la lluvia de bendición, cavaron cisternas y terminaron bebiendo agua podrida. Cualquier semejanza entre palabra genuina y hojarasca humanista, no es coincidencia, es similitud. ¿Por qué la gente acoge alegremente el mensaje de la prosperidad y rechaza el de la corrección y los llamados al arrepentimiento, y a la santidad? Es por sus estilos de vida. Las predicaciones de prosperidad encajan muy bien en sus estilos de vida exitosos.

Se amontonan donde están aquellos maestros, porque quieren sentirse cómodos en su mundo de materialismo. No están dispuestos a dejar nada o a sacrificarse u oír de cruces y pérdidas. Ellos están para comprar, adquirir, disfrutar y subir. Se rehúsan a poner atención a las advertencias proféticas respecto a que la fiesta ya se va a acabar. Una iglesia apóstata simplemente soporta la voz profética. Lo menosprecian con una sonrisa condescendiente. Y eso es peor que un rechazo directo. Es casi como se lo resume en Ezequiel, cuando dice que vendrán como viene el pueblo y estarán como pueblo Suyo. Que oirán sus palabras, pero no las pondrán por obra. Algunos de mis amigos lectores u oidores de audios, suelen fastidiarse cuando pasa una semana y no subo algo nuevo. Pregunto y ME pregunto: ¿Ya pusieron por obra todo lo que les enseñé anteriormente?

Para muchos cristianos, aún para aquellos que sinceramente se llamaban a ellos mismos “su pueblo”, el llamarlos a que quiten de sus casas el ídolo de la televisión, que apaguen toda forma y clase de músicas oscuras, que se salgan por un instante, aunque más no sea de sus teléfonos y sus redes, o que tomen en serio un sometimiento total, es sólo un mensaje nuevo. Les afecta por el lado del entretenimiento, les encanta escucharlo, decir “amén”, pero no les afecta de verdad, en lo profundo. Siguen las lujurias de sus corazones. ¿Ves? ¿Ellos están liberados? No. Están bajo la ley o el legalismo y rehúsan permitirle al Espíritu Santo que escudriñe su hombre interior acerca de la corrupción que se está infiltrando en sus vidas y hogares.

Según la profecía de Isaías, la iglesia apostata de los últimos días rechazará completamente el llamado al arrepentimiento. El mensaje de Dios a la iglesia, hoy y ahora, es este: Tu última esperanza, la única fuerza que te queda, es volver a mí con todo tu corazón; arrepiéntete, ¡Confía en mí solamente! ¡Vuélvete de Egipto, del mundo! ¡Dile esto a los ministerios multimillonarios de televisión! ¡Dile esto a los pastores ocupados en prosperidad! ¡Dile esto al gentío loco por el dinero! ¡Dile que su única salvación ahora está en el arrepentimiento y la santidad! Ellos ni siquiera tienen el tiempo para considerar el asunto, mucho menos contestar a él. Isaías dice que ellos rechazarán el mensaje de arrepentimiento; rechazarán el pensamiento de quietud, reposo y confianza sencilla detrás de sus propios sueños. Es que estarán demasiado ocupados corriendo sobre sus caballos ágiles, huyendo.

Isaías predice un derrumbe repentino de aquellos individuos y ministerios (¡Atención con esto!) que rechazan el mensaje de arrepentimiento. ¿Podrá ser? Es. ¡Les advierte que viene un quebrantamiento repentino, destructor! ¡Un derrumbe de ministerios, iglesias, estilos de vida! ¡Aquellos que están cómodos en Sion! ¡He visto lo que Isaías vio! Viene, muy pronto, una calamidad económica tan repentina, tan inesperada que el flujo del dinero se detendrá. Los ministerios de televisión caerán en bancarrota uno detrás de otro. Ya lo están haciendo. Muchas iglesias, las cuales están cargadas de deudas caerán en bancarrota. También esto está ocurriendo. Aquellos que predican prosperidad exclusivamente serán los predicadores más odiados en la tierra.

Ya estamos recibiendo mensajes de aquellos que estuvieron en ese campamento, pero ahora andan en profundos problemas financieros, y los heridos se están volviendo contra sus maestros, gritando: “¡Tú me engañaste! ¿Por qué no funciona tu palabrería, ahora? Los maestros mismos estarán en terror, contemplando el derrumbe de la noche a la mañana. Créeme, todo se quebrará. ¿Está mintiendo Isaías? Escucha lo que dice: porque rechazaste mi palabra de santidad y arrepentimiento, tus muros altos caerán de repente. ¡Todo estará hecho y terminado en un momento! ¿Quién puede creerlo? ¡Hoy, millones de dólares están fluyendo libremente! Ellos construyen; ellos compran; ellos venden; ¡Siguen en sus sueños como que nunca terminará! Pero el día está por delante. En corto tiempo, viene un terrible derrumbe. Despiadado, quebrantador, repentino. ¿Quién iba a creer, en su momento, que se produjera un derrumbe en mercados, aparentemente, tan seguros?

¿Quién podría creer que una tremenda nave espacial explotara en mil pedazos? Miles de pastores apostatas y sus ovejas indefensas temblarán de vergüenza y terror. Esto significa que el temor los abrumará. Ellos correrán de un lado a otro, sin lugar de escondite, sin descanso, sin confianza en quietud, sin fuerza interior. ¡Aterrorizados! ¡Ellos se convertirán en una sombra de lo que una vez fueron! El reino del yo, del orgullo, de la ambición, se viene abajo. Las advertencias de Isaías no serán escuchadas. Mis advertencias serán mofadas. Pero ellos han sido avisados. Cuando venga, y vendrá, ¿De qué servirá su mensaje, entonces? ¿Quién escuchará? ¡Sus sueños e ilusiones serán arrastrados!

Todos sus escenarios de entretenimiento destruidos. Aún los impíos dirán: ¿Cómo puede ser? ¿Por qué Dios les ha hecho esto? Estas advertencias no molestarán a aquellos cristianos que están encerrados con Dios. Las advertencias de Jesús fueron más fuertes que las advertencias que terminas de oír, pero los confiados en Él, dicen: No temas; sigan oyendo, santos; hay un lado glorioso en todo esto. Pero de la iglesia apóstata se levantará un pueblo santo y arrepentido, quienes tendrán ansias tras el Señor. ¡Como anhela nuestro Señor tener un pueblo, aquí, que sólo lo busque a Él! Dios se lamenta por esta apostasía, pero su compasión va a levantar un pueblo que se vuelva a Él. Que se arrepienta.

Dios es justo.  Y son bienaventurados todos los que confían en Él. Cuando Isaías dice eso, se está dirigiendo a un pueblo del futuro. Está hablándole a un pueblo que iba a formar a la Sion espiritual, Jerusalén, que nunca se caerá o derrumbará. ¡Es un pueblo santo, cuya principal característica son sus corazones anhelantes tras Dios! ¿Cuál era la señal de la gente apóstata? Ellos no anhelan al Señor, sino que anhelan ir tras Egipto, esto es: tras el mundo, la carne y lo mundano. ¡Esta es la triste carencia de la iglesia de hoy! Hay muy poco de este profundo deseo por Cristo. Muy poco de estar encerrado con él, deseándolo a él como la plenitud de vida. Tenemos una generación que trabaja por él, testifica de él, alimenta a los pobres, ayuda los desamparados y ministra las necesidades humanas. Pero muy pocos pasan sus días anhelándolo a él.

Aunque en todo el alrededor habrá un derrumbe y lloro, este pueblo santo no llorará. Dios va a escuchar su clamor y contestará su oración. Habrá privaciones. Habrá opresión de parte de Satanás, del mundo, de las circunstancias, pero Dios se manifestará en medio de su pueblo. La presencia del Señor será preciosa para ellos. Vendrá una palabra pura, clara y santa. Dios le va a dar revelación verdadera a este pueblo. Ellos verán lo que otros no han visto. Ellos serán guiados paso a paso por el Señor. Entonces no va a haber hambre de la Palabra de verdad, ni habrá necesidad de sermones en videos o audios, ni de lejanos seminarios. El Señor ya tiene en su lugar una fuerza de predicadores de santidad y arrepentimiento que están esperando la hora en que los cristianos estén listos para escuchar.

Estos predicadores ya no van a ser censurados, ni excluidos, se van a parar en la brecha y van a proclamar la Palabra santa y pura del Señor ante una nación que tiembla.  Este pueblo derribará todos sus ídolos. Ansiarán tanto al Señor que todos sus ídolos tendrán que irse. Ellos disfrutarán de su más grande ministerio cuando todo a su alrededor sea temor, fracaso y ruinas. Anunciado así: Y dará el Señor lluvia a tu sementera, pan abundante y sustancioso como fruto de la tierra. ¡Alabado sea Dios! Este remanente anhelante tendrá una cosecha gloriosa en el día de ruina y calamidad. Ellos no van a estar huyendo o escondiéndose. Ellos oyeron el sonido de la trompeta y se prepararon. Se escondieron en Cristo y la hendidura de la roca.

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junio 14, 2024 Néstor Martínez